miércoles, 2 de abril de 2014

Hubo un tiempo pasado...

...en el que Ripley iba a todas partes y cuando digo "todas" es "casi todas" partes, con su bicicleta de competición. La única excepción era al cuartel.

Da vértigo pensar que me quedé a un paso de llegar a profesionales. Hubiera compartido pelotón con ¡¡¡Miguel Indurain!!!. E igual que Miguel mi tipo no daba el perfil del clásico escalador, pequeño y de poco peso. Yo me encontraba en lo que mi director deportivo llamaba "esa especie de limbo que no le va a llevar a ninguna parte. No es malo pero tampoco destaca en nada". No era rodador pues aunque alto y pese a que podía mover grandes desarrollos en distancias cortas, mis pocos kilos me hacían inviable en la lucha contra el crono, sin embargo y dada mi inusual altura para ese deporte, -182 cms-, curiosamente sí se me daba bien la escalada, pero en aquellos tiempos era impensable que un tipo con esa constitución hiciera carrera en el ciclismo, hasta que llegó Indurain y rompió todas las reglas, moldes y estereotipos.

Hubo un tiempo, unos tres años y pico que viví en Badajoz justo después de licenciarme del servicio militar y en el que todas las tardes sin faltar ninguna, me hacía el recorrido Badajoz-Mérida-Badajoz por una carretera nacional de las de antes. Por las mañanas trabajaba y de noche iba al instituto a terminar el COU. Hasta que mi madre enfermó y entonces lo dejé todo para estar con ella. Tras su fallecimiento volví a Madrid. 

Pero antes de ello también escalaba por la propia ciudad hasta su punto mas alto cuyo nombre ahora no recuerdo en la parte vieja, bastante por detrás de la catedral y el ayuntamiento y cuyas empinadísimas rampas yo afrontaba del revés. Es decir hacía lo mas duro y difícil ¡pero amigos! la recompensa por esa pequeña hazaña era orgasmizante. En realidad nadie subía ni bajaba por ahí, era una parte de la ciudad por la que nadie se había preocupado en muchos años pero con unas vistas preciosas al Guadiana y a los dos puentes que por aquel entonces existían. Por ese lado lo primero que te encontrabas cuando llegabas arriba era un convento, de eso me acuerdo nítidamente, quizá porque era un lugar para chicas descarriadas y/o desamparadas, quizá porque un poco mas allá se situaban las putas aunque yo nunca las vi o quizá porque una de aquellas chicas se enamoró de mí. ¿Que que pintaba yo por ahí? Pues en realidad menos de lo que hubiese querido, pero una de mis hermanas iba a clases de no se que y como yo era el único de la familia además de mi madre que conducía, me tocaba llevarla y recogerla momentos que la fea enamorada se acercaba demasiado en mi opinión. Pero es que era difícil de mirar, achatada por los polos y en lo intelectual nos separaba un mundo por no decir dos o tres, supongo que acabaría de monja, una idea que me entristecía mucho pensar ya en aquel entonces y ahora que vuelvo sobre el tema me sobrecoge que alguien sin vocación esté condenada a vivir como si estuviéramos en la edad media, además yo ya tonteaba con una amiga del polideportivo de buenas hechuras, carnes prietas, cabello largo y liso, castaño, buen tono de piel y jugadora de tenis, mi segunda pasión deportiva. Varias veces nos retamos pero yo no estaba muy seguro de poderla ganar así que minimicé riesgos y la cosa se fue dilatando tanto que no pasó de ahí.

Todo muy normal hasta que la falta de mi madre, suceso que cambió mi vida para siempre y la percepción que de ella tenía, mas que de la vida en si misma fue descubrir brutalmente la existencia cierta de la muerte entre tus brazos. Tras aquello dejé Badajoz y no he vuelto por allí a pesar de considerarla junto a Cáceres, la tierra de mi madre; mis dos segundas ciudades. Al poco regresé a Madrid y unos años después mi padre se la trajo a ella también. Ahora descansa en Alcorcón.

Enseguida encontré trabajo a turno partido lo que me hacía polvo el tema bici aunque seguía siendo mi medio de transporte. Dos veces me atropellaron en la calle de Alcalá y una tercera me caí en el Retiro cuando nos juntamos unos cuantos y decidimos ponernos a tirar haciendo relevos. Cuando me dejé caer a la última posición mi rueda tocó con la del que llevaba delante y me caí. Múltiples quemaduras, el maillot y el cullote recién estrenados hechos jirones, fractura de colles en una muñeca y dos costillas rotas, el casco aguantó bien. Acabé en el Gregorio Marañón y lo único que recuerdo es a una enfermera preguntándome en cual de los dos cachetes prefería que me pinchara. Algo tan absurdo como innecesario pues ya me había bajado por la derecha lo que quedaba del cullote enseñándole la nalga. Supongo que lo preguntaría antes de mirarme. Para los pinchazos siempre elijo la parte derecha.

Cuando llegue el verano habrán pasado treinta años justos de aquello. Me hago mayor. ¡Glups!.

7 comentarios:

  1. La fotografía está muy bien, con ese trazado de la calle marcando la trayectoria y el ciclista en el sitio justo del recorrido y con un procesado que le ha dado unas tonalidades muy adecuadas. Ahora bien, lo que más me ha llamado la atención ha sido tu relato. Un abrazo,

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  2. La foto es estupenda, con lo que más odio cuando monto en bici: el p... empedrado.
    La historia es lo que tiene cuando echas la vista atrás y ves lo que has dejado después de tanto tiempo. Me pasa como a Miguel: el relato atrae.
    Salu2

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  3. Me gusta la imagen que ilustra tu relato. Cuando se echa la vista atrás siempre te acuerdas de los hermosos proyectos que se tenían en la juventud y a veces te preguntas que fueron de ellos. Ahora no puedes seguir con el ciclismo pero tu afición fotográfica te proporciona buenos momentos.

    Besos


    http://ventanadefoto.blogspot.com.es/

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  4. Bueno Rip, que te voy a contar o que te puedo decir.... con 23 años perdí a mi madre de cáncer, una semana antes a mi hermano de accidente de moto con 26 años, y que la vida sigue, te entiendo perfectamente. Te cambia todo, los planes tu modo de vida, hasta tu caracter, ves cosas que antes no hacías caso, piensas en temas y te da curiosidad ciertos aspectos que ni sabias que existía, te dices a ti mismo ...?... esto no me puede pasar, esto es imposible, o esto no creo que llegue a mi vida, pero así es... todo pega un cambio de un día para otro y tu ni te das cuenta. Creo y es a donde quiero llegar, que todo esta en nuestra aptitud y tolerancia, para asimilar ciertas cosas que nos ha tocado vivir, afrontarlas con valentia y seguridad, y aquí nadie es mejor que nadie... has de confiar ciegamente en tus posibilidades y pensar en tu día a día, por que de ello dependera lo que quieras hacer en la vida, tu eres el arquitecto de tu destino.

    Un abrazote y cuidate Rip,,.... te has planteado de escribir? y ya sabes a que me refiero... lo haces de puta madre.

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    1. hola Bird, gracias, ya tengo un blog de relatos. Te dejé un comentario en respuesta al tuyo en el blog de Angel pero me tiene censurado. No pensé que fuera tan rencoroso porque la imagen que da es la contraria pero amigo, siempre digo lo mismo, los hechos son los que son y los actos tambien. No habia ninguna referencia personal, tan solo hablaba de lo que comentabas acerca de las construcciones antiguas y la belleza.

      Por si sientes curiosidad este es el enlace al blog de microrelatos: http://caminitosdelolvido.blogspot.com.es/

      un fuerte abrazo

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    2. Estoy en ello Rip.... iré indagando en ese espacio en la medida de lo posible...

      Un abrazote y gracias.

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  5. No el tema no va mucho por las fotos, aunque la primera me gusta especialmente, más bien va por ese relato, tan sentido y bien escrito, que creo que a todos nos ha llegado. La vida tiene eso, en un instante todo puede venirse abajo y también al contrario, pueden ocurrir cosas extraordinarias en un minuto ¡pero qué te voy a contar yo que tu no sepas!
    Un abrazo y cuídate mucho que ya te estás haciendo mayor, jiji

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